La Guarida del Zorro Filoso: enero 2009

El Zorro Filoso te Invita a:

Palabras y Temas Tratados

sábado, 31 de enero de 2009

La Audioteca del Zorro Filoso (UNIROYAL - Nueva York - Lloyd Webber - Cats - Memory)

La petición de mi entrañable amiga-forista Sirenna, de quien siempre he recibido amables y constantes muestras de afecto, me ha hecho recordar varios momentos importantes sobre la música de Andrew Lloyd Webber en la audioteca del Zorro Filoso.

Son cuatro los álbumes LP que se incluyen en la audioteca: Jesus Christ Superstar (1970), Cats (1981), Requiem (1985) y Phantom Of The Opera (1986). Todos tienen su historia particular y sus detalles los compartiré en posteos posteriores.

A partir de octubre de 1984 ya trabajaba en UNIROYAL en el DF, empresa americana dedicada a la fabricación de llantas. Y también en esos años ya estábamos en noviazgo inicial mi esposa y yo. El cambio en el aspecto profesional fue beneficioso, ya que desarrollé un sistema computarizado de compensaciones, utilizando una ‘modernísima’ IBM-AT (con procesador Intel 80286, memoria RAM de casi 1 MB, disco duro de 10 MB y pantalla EGA de 16 colores) y un software dBASE III+ de Ashton-Tate.



Como verán, estoy hablando de verdadera prehistoria proto-internet.

El caso es que, al ingresar a UNIROYAL, su administración de compensaciones era muy básica. Sobre todo el manejo de las cifras de la encuesta salarial era totalmente manual y me tomaba varias semanas, con una sumadora y lápiz en mano, lograr las cifras definitivas. Ni se diga si había cambios en la estrategia salarial, había que rehacer los cálculos para obtener los números finales de nuevo.

Para 1987, utilizando las ‘novedosas’ herramientas computacionales, lo que antes me tomaba varias semanas ahora lo realizaba en tres días. Había logrado convencer que a mi AT le compraran e instalaran una ‘tarjeta emuladora’ para poder conectarme al sistema 3 de la empresa. De ahí ‘sacaba’ los datos de nómina en un parpadeo de ojos, luego, mediante ‘macros’ de VisiCalc, los datos se estructuraban y calculaban en hojas de cálculo, para finalmente mediante un plotter graficaba toda la estructura salarial de la empresa.



El éxito fue tal que para marzo de 1988, ya casado y esperando a nuestra primera hija, fui invitado a mostrar la Salaries & Compensation Strategies for 1988 en las oficinas corporativas en Akron, Ohio. Aprovechando la situación fuimos los tres (esposa, yo y la bebé) al viaje y nos hospedamos en el Quaker Oats Crown Plaza, en donde modificaron los silos de avena para poner los cuartos, y la fábrica de empaque la convirtieron en zona comercial y un restaurante.



En aquel año el hotel era muy bueno, pero parece ser que pasó a ser administrado por la Universidad de Akron y se convirtió en un dormitorio para estudiantes. Lástima.

Ya de regreso, y de acuerdo a nuestros planes, nos fuimos por tres días de turistas a Nueva York. Deambulamos por Manhattan centro y sur, ya sea a pie o en tour, visitando los lugares comunes para los turistas: Estatua de La Libertad, Soho, Greenwich Village, su Chinatown, Quinta Avenida y, por supuesto, Broadway. Nos hospedamos en el Hotel Wellington, en pleno Midtown, sobre la 7ma. Av. entre las calles 55 y 56. Muy buen hotel, con una inmejorable ubicación para visitar a pie los alrededores.



Apenas llegando al hotel nos fuimos a Broadway para ver si conseguíamos unos boletos para el teatro. De acuerdo con las recomendaciones del hotel, estaban para escoger The Phantom Of The Opera en el Majestic, Les Misérables en el Broadway, y Cats en el Winter Garden. Fuimos caminando a los teatros.

Imposible conseguir boletos para The Phanton…, apenas estrenada en enero, para ese marzo del ’88, los boletos estaban agotados por los siguientes ocho a doce meses. Fuimos al Broadway y Les Misérables, estrenada hacía un año y con boletos disponibles, no nos llamó la atención. En cambio, el Winter Garden tenía disponibles dos lugares, cancelados hacía un par horas, para ver Cats de Andrew Lloyd Webber.

No lo pensamos dos veces y compramos los ansiados boletos para la función de esa misma tarde-noche. Regresamos al hotel para arreglarnos lo mejor posible y tomar un tente-en-pie. Al dirigirnos al teatro le comentamos al botones de la entrada de nuestra salida, cosa que nos habían recomendado hacer nuestra agencia de viajes, y a su vez nos recomendó que al salir tomáramos un taxi de regreso.

Nos fuimos caminando de nuevo las seis cuadras que nos separaban del teatro y llegamos muy a tiempo. La función inició.

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Tiene razón Sirenna al sentirse atraída por la música de esta obra. Todas las piezas son de excelente manufactura, unas más otras menos. La trama establece que una banda de gatos (Jellicle) se reúnen para que un viejo y sabio gato (Old Deuteronomy) decida cual de ellos será llevado al cielo y renacer en una nueva vida.

Los gatos van pasando uno a uno y establecen el tipo de vida que han llevado. Los nombres y personalidades de algunos de ellos se van estableciendo: Asparagus, Bombalurina, Bustopher Jones, Remeter, Grizabella, Jennyanydots, Macavity, Mistoffelees, Mungojerrie, Munkustrap, Old Deuteronomy, Rumpleteazer, Rum Tum Tugger, Skimbleshanks.

Grizabella va apareciendo unas pocas veces, siendo rechazada por el grueso de la tribu gatuna. En algún momento de distracción, aprovechado por el malvado gato Macavity, Old Deuteronomy desaparece y los gatos se intranquilizan. ¿Quién, entonces, decidirá quién se va al cielo?

Es entonces que Mistoffelees, con su magia, hace regresar al viejo gato y este, aprovechando la aparición de Grizabella, le permite cantar su muy famosa melodía Memory.

Con mucho esta canción opacó a las demás de la obra. Su fuerte influencia de un aria italiana, muy al estilo de Puccini, arrebata las emociones al narrar, de manera nostálgica, el pasado glorioso de Grizabella y su deseo personal de iniciar una nueva vida.

Como toda pieza de arte, Memory (y no ‘Memories’, como a veces se le llama) tiene su propia divertida historia. Andrew Lloyd cuenta que, “temiendo que la canción sonara muy similar al trabajo de Puccini, preguntó a su propio padre, un renombrado músico inglés, por su opinión. De acuerdo con Andrew, su padre respondió: ¡Suena como a un millón de dólares!”.

Al final Grizabella obtiene su deseo, sube junto con Old Deuteronomy al cielo ante el azoro de los demás gatos y al final el gato sabio se dirige al público con bellas notas y palabras sobre el trato hacia los gatos por los humanos.

Comparto con ustedes los tres momentos importantes de la obra, según la opinión del Zorro Filoso, no porque no los haya sino porque tardarían mucho en ‘bajarse’ de la audioteca.



Overtura – Introducción:




Macavity: The Mystery Cat




Memory



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Y así, al final de la bella velada, salimos al exterior del teatro. Buscando algún taxi libre inexistente, nos dimos cuenta que numerosas personas caminaban hacia la misma dirección de nuestro hotel. Y buscando la protección del grupo, nos unimos al pelotón más cercano y caminamos varias cuadras hasta llegar al hotel, sanos y salvos. Al día siguiente, en una tienda de discos de la Quinta Av., pude comprar el álbum LP.

Después de los tres días de vacaciones, regresamos al DF en un eterno y cansadísimo vuelo de Continental Airlines desde Newark. Llegamos agotados al departamento, pero muy contentos del viaje.

Dos meses exactos después nació nuestra hija, colmando de dicha a nuestra pequeña familia.

domingo, 25 de enero de 2009

La Audioteca del Zorro Filoso (Neil Armstrong y Zorro Filoso - Vladimir Ashkenazy - Beethoven - Sonata No. 16)

Muchos eventos interesantes sucedieron cuando trabajé en EATON. Desde la crisis económica del ’82 y la expropiación de la Banca, hasta la planta de extrusión y la visita de Neil Armstrong a la planta de Toluca.

En aquellos años de inicios de los 80s, una vez pasados los primeros años de la crisis, EATON inició un camino agresivo de posicionamiento en la industria. Fue el periodo de los holdings de varias empresas. Fue la época en que Eaton Manufacturera se dividió en varios empresas subsidiarias: Eaton Ejes, Eaton Comercializadora, Eaton Servicios de Informática, Eaton Servicios Corporativos, y la pretendida joya de la corona, Eaton Componentes para Motores.

Los inicios de esta planta fueron en 1983, cuando se compraron unos terrenos en el pueblo de Atlacomulco, Estado de México. Poco tiempo después llegaron a nosotros la noticia que el mismo CEO de EATON Corp.vendría para la ceremonia de la primera piedra.

En la planta de Toluca se hicieron algunos trabajos de pintura a la fachada, limpieza a fondo de las calles interiores, etc. En pocos días las instalaciones tenían una mejor presentación. Y el gran día llegó.

Llegó con un rumor que me extrañó pero al mismo tiempo me entusiasmó. Se decía que dentro de la comitiva del CEO venía Neil Armstrong, el primer hombre en la luna. Cuando menos yo sentí que la oportunidad podría sonreírme y conocer a Armstrong. Cuando el Apolo 11 alunizó en 1969, yo me encontraba de visita en un rancho ganadero cerca de Nogales, Sonora. Era propiedad de un primo de mi padre y nos habían invitado a pasar ahí unas maravillosas vacaciones.

Esa noche, oíamos por el radio de transistores como Jacobo Zabludosky y Pedro Ferriz Santacruz, narraban los acontecimientos previos al descenso del módulo lunar. Estábamos fuera de la casa del rancho, a la luz de una fogata, oyendo las noticias y mirando hacia la luna. Fue el clímax de la carrera espacial de EEUU y la hoy desaparecida URSS. Y EEUU la había ganado a pulso.

Y ahí estaba yo, casi 15 años después, esperando la oportunidad de conocer al hombre que culminó la hazaña. Todos andaban con prisas, los gerentes dando las últimas instrucciones de orden y limpieza (aún no estaban de moda las 5 S’s), los guardias de seguridad ultimando los detalles de sus uniformes, los carros fueron retirados de las calles de acceso a la planta.

En algún momento llegó la noticio que ya había salido la caravana del aeropuerto del DF, con rumbo a Atlacomulco. ¡Rayos!, parecía que los planes no incluían la visita a Toluca. El único suertudo de mi área era mi jefe, que como Director de RH estaba invitado a la ceremonia de la primera piedra. Mis esperanzas se desvanecían.

A eso de las 2 de la tarde, llegó mi jefe y me dijo que se había retirado al final de la ceremonia y que no sabía si iban a llegar a Toluca. ¡Rayos, otra vez! En definitiva no llegarían a Toluca.

A media tarde, estando yo en mi cubículo trabajando en unos manuales de capacitación, se presentó en el área el Director de Mercadotecnia, muy ufano y platicador. Comentaba como había sido la ceremonia y mostraba unas fotos Polaroid donde estaban él y Armstrong en un pequeño grupo de personas, todos con una pala en la mano. Alguien de la oficina le preguntó si ya todos se habían ido. Respondió que no, que Armstrong estaba en la Recepción.

¡Caray, y yo perdiendo el tiempo viendo esa fotografía!

Salí de la oficina rumbo a la Recepción y sí, ahí estaba él. Estaba rodeado por unas tres secretarias del área financiera, hablando algunas cosas en un poco de inglés. Todos reían cómodos, inclusive Armstrong. Nadie salvo él, las tres secretarias y yo estábamos en la Recepción. Recordé que algo nos habían pedido, en los días previos a su visita, de que no le pidiéramos autógrafos. Qué él acostumbraba no darlos.

Pero sacando por enfrente mi rebeldía juvenil, de mis recuerdos de tantos años de aeromodelista, de mis estudios de ingeniería aeronáutica en la ESIME, no dudé ni dos segundos. Eché manos a mi cuadernillo de bolsillo, que usaba a guisa de agenda, y mi pluma, me acerqué más a él y en inglés le dije algo así como: “Hi, Mr. Armstrong. I am too an Aeronautical Engineer and a great admirer of your journey”.

Armstrong es más alto que yo, fácilmente llegaba a los 1.9m y aunque tenía 53 años de edad, mi misma edad en este año, conservaba el mismo gesto facial y sonrisa que le había visto en muchas fotos.

No sé si mi comentario lo tomó por sorpresa, cosa que dudo en base a su experiencia en la NASA y haber sido miembro del Board of Directors de Eaton Corp., pero me aceptó mi libretita y mi pluma. Y estampó su firma en sus hojillas. Feliz le estreché su mano y se lo agradecí con un sonoro “Thank you!”.

Las muchachas quedaron boquiabiertas, ellas sabían de la prohibición. Una de ellas reaccionó y también sacó una hojita. Armstrong también la firmó alegremente. Pero en menos de que nos diéramos cuenta aparecieron en la Recepción la comitiva del CEO de EATON, quién al ver a Armstrong tan solo le dijo en viva voz: “Neil, let’s go!”

Armstrong tan solo nos saludó con la mano, despidiéndose, y se retiró con el grupo. Nos quedamos solos las tres muchachas y yo. Nos regresamos a nuestros lugares de trabajo. Al poco tiempo llegó mi jefe y me preguntó que si era cierto que tenía un autógrafo de Armstrong. Le dije que sí y se lo mostré. La verdad, pensé que me regañaría por mi desobediencia. Pero no, vio la firma, y me regresó la libreta diciendo: “¡Pinche Carlitos, por eso me caes bien!

La otra muchacha y yo fuimos la novedad de la planta por unos días, hasta que la anécdota se desvaneció por si sola.

Años después ya no estaba en EATON, sino en UNIROYAL, la empresa llantera a la que me cambié a finales de 1984. En un descuido mío, había tomado la hojita del autógrafo y puesto en un libro que llevaría a unos cursos que di en Querétaro, cuando UNIROYAL tenía una planta en esa ciudad. En el trajín por terminar el curso a tiempo y regresar el mismo día al DF, olvidé el libro y el autógrafo en el hotel de Juriquilla. No me di cuenta de la tragedia hasta cuando llegué al DF y bajé el material didáctico de mi Caribe. Me faltaba el libro y el autógrafo.

No diré que lloré la pérdida, pero sí me pudo mucho. Hoy me entero que un autógrafo de Armstrong se cotiza en eBay hasta en mil dólares. Yo no lo habría vendido, claro, pero hubiera sido un tesoro apreciadísimo y protegido, como lo haría Smeagol con el anillo de Saurón.

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El año pasado platicaba con ustedes en la Audioteca del Zorro Filoso, acerca de los pianistas que tengo en mi colección. Y mencionaba, entre ellos, a un pianista excelente, al que nuestro amigo forista Jgutierrezc pudo disfrutar en un concierto en Moscú.

El pianista es Vladimir Ashkenazy y su disco lo compré en algún momento de 1983 a 1985, que fue cuando más asistía a los conciertos de la OFUNAM en la Sala Nezahualcóyotl. Casi siempre, a mitad del programa, se incluye una pieza para orquesta y algún instrumento solista, y recuerdo mucho una ocasión en que un pianista, de cuyo nombre no me acuerdo, interpretó una Sonata para Piano de Beethoven de manera magistral. Tanto que los mismos músicos de la orquesta no cesaban de aplaudir también.

Me llamó la atención ese hecho y busqué después alguna Sonata para Piano en mi discoteca cercana. Encontré este disco, sin sospechar la magnífica interpretación de Ashkenazy. Pueden ver aquí su perfil - http://es.wikipedia.org/wiki/Vladímir_Áshkenazi

Sobre la Sonata para Piano No. 16, es difícil decidirse por alguno de sus tres movimientos. Los tres son muy bellos, pero el tercero (un rondó – allegreto) es mi preferido. A un solo tema musical Beethoven le da variaciones, adornados y notas sincopado, que no aburren y mantienen un ritmo alegre y jocoso. Además, el final del movimiento es una especie de broma, cuando parece que todo acaba tranquilamente los pocos segundos finales arremete en un final explosivo y célebre.

Que disfruten esta semana de esta bella composición.



lunes, 19 de enero de 2009

La Audioteca del Zorro Filoso (Escuela "Benito Juárez" - Horowitz - Chopin - Sonata para Piano No. 2)

ESCUELA PRIMARIA URBANA FEDERAL “BENITO JUAREZ”


En 1961 ingresé a la educación primaria. Esta fue mi escuela, la Escuela Primaria Urbana Federal “Benito Juárez”. El edificio fue construido en 1926, durante el gobierno del Gral. Abelardo L. Rodríguez, antes de que fuera presidente de México, a un costo de $222,502.11 según asienta el propio General en la Memoria Administrativa del Gobierno del Distrito Norte de la Baja California 1924-1927 (SEP-UABC, 1993, ISBN 968-6260-99-4). En su época fue un magnífico edificio, construido con material pétreo y concreto. En aquellos años las construcciones generalmente eran de madera, recubiertos de estuco.

En el texto de la citada Memoria se menciona que “en los establecimientos docentes de los principales países del mundo ha sido objeto de especial cuidado y atención exclusiva por parte de las autoridades escolares, lo que se refiere a la higiene interior de los edificios, a las condiciones de salubridad, a la ventilación y a la amplitud; al grado de que en Alemania, muy especialmente, no se tolera por ningún concepto un número mayor de alumnos del que la dirección técnica de higiene ha dispuesto que se admita”.

Consecuentemente con estos principios, continúa la Memoria, he recomendado a la dirección general del ramo y previamente a los constructores de los nuevos edificios escolares, para cuidar que, aparte de esas condiciones, se reúna también la de la modernización de su mobiliario”. (Íbid, pp. 105-106).

Y vaya que se cumplieron con creces esos proyectos.

35 años después, de 1961 a 1966, del primero al sexto año, recorrí diversos sus salones, amplios y enormes, recibiendo las clases de la Profa. Ciria Cota, la Profa. Conchita, la Profa. Esperanza, el Prof. Hermenegildo, y tantos otros que no recuerdo sus nombres pero sí sus rostros y sus formas de ser.

La escuela se edificó entre los campos de algodón, terrenos que se expropiaron para construir el palacio de gobierno (hoy es la Rectoría de la UABC) y la escuela. La construcción constaba de un sótano donde se habilitaron algunos salones, un primer y segundo piso.


Rectoría de la Universidad Autónoma de Baja California (antes Palacio de Gobierno del Estado)

Se entraba por un gran portal de doble hoja, ascendiendo las primeras escaleras y llegando al recibidor del primer piso. Ahí se hallaban las dos puertas laterales que conducían al enorme auditorio, donde se daban las clases de música y canto. Ese auditorio escolar era el más grande de todo Mexicali, donde podíamos caber todo el alumnado. Ahí se encontraba un piano, que era tocado por el maestro de música y nosotros entonábamos el Himno Nacional, alguna canción de Cri-Cri o una tonada popular.

También en ese piso, hacia la izquierda, junto al auditorio, se hallaban las oficinas de la dirección.

Continuando por las escaleras de ascenso, se llegaba al segundo piso del plantel. Ahí se hallaban solamente salones de clases, generalmente los quintos y sextos años. Todos los salones, excepto los del sótano, contaban con enormes ventanales que permitían el paso de aire y luz a raudales.

El piso de esta escuela era de madera, y me acuerdo que nos turnaban cada semana para que cada grado escolar (a partir del tercer año) los limpiáramos y trapeáramos con diesel. ¡Que hermosos pisos! Nuestras pisadas sonaban por toda la escuela, ¡nos sentíamos grandes! Los maestros salían a los pasillos a callarnos… siempre obedecíamos. ¡Que tiempos!

Rodeando al edificio se encontraban los patios de juego, enormes, sin pasto, pero donde se podía jugar a las canicas, al trompo, al balero, al carrito (una especie de béisbol pero con pelota de tenis y jugando a mano limpia), al ‘burro castigado’ y a cuanta travesura se nos pudiera ocurrir.

Fue la tercera escuela que se construyó en Mexicali. La primera fue la “Leona Vicario” (donde terminó su primaria Ernesto Zedillo. No ha sido destruida, sino renovada y ampliada), la segunda fue la “Cuauhtémoc” (actualmente es la Casa de la Cultura del Municipio. Se le intentó también derribar, pero en esa ocasión el Municipio se movió y se la asignaron. La nueva “Cuauhtemoc” se construyó en otra parte de la ciudad).

Mi papá, yo y tres de mis hermanos estudiamos aquí, con la misma maestra de primer año. Se llamaba Ciria Cota (qepd), y a varias generaciones familiares les enseñó las primeras letras. Era una viejecita adorable. Siempre se acordaba de mi papá, nos decía que había sido su mejor alumno… ahora creo que lo mismo les decía a los hijos de los otros papás. Hoy una calle de Mexicali lleva su nombre.

Cincuenta años después, en 1975, mientras me encontraba estudiando en el IPN-ESIME, fue derribada para construir los feos edificios del CAPFCE, aduciendo que el viejo edificio era feo y peligroso. Ningún egresado de este edificio estuvo de acuerdo, hubo protestas, manifestaciones, pero finalmente el gobernador (un no-egresado, originario de Chiapas, Milton Castellanos Everardo) permitió que la Federación la derribara.

Pienso que el progreso no debe detenerse y que las viejas estructuras físicas y morales deben renovarse, pero no dejo de sentir cierta tristeza al no ver ya su altivo edificio, sus grandes patios y ventanales.

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Columbia Records Presents Vladimir Horowitz

En 1962 cursaba yo el segundo año de primaria, y en ese mismo año mi papá recibió del Columbia Records Club este disco de Vladimir Horowitz, interpretando música de Frédéric Chopin, Robert Schumann, Sergei Rachmaninoff y Franz Liszt.

Mi papá siempre atesoró este disco, diciendo que Horowitz era el mejor pianista de esos años. El joven Vladimir destacó desde sus primeros años en su natal Rusia y se relacionó con portentos musicales y artísticos como Aleksandr Glazunov, el mismo Rachmaninoff, y con el director de orquesta Arturo Toscanini, llegando a casarse con su hija Wanda Toscanini.

El disco ganó dos premios Grammy en 1963, uno por la Mejor Actuación Clásica - Solista Instrumental o Dúo (sin orquesta) y el otro por Álbum del Año - Música Clásica.

Las composiciones interpretadas por el maestro Horowitz son:

Sonata No. 2 en Si bemol menor (Chopin)
Étude-Tableau, Op. 33, No. 2 (Rachmaninoff)
Étude-Tableau, Op. 39, No. 5 (Rachmaninoff)
Arabesque, Op. 18 (Schumann)
Rapsodia Húngara No. 19 (Liszt, Transc. de Horowitz)

La pieza que más me llama la atención es la Sonata No. 2 en Si bemol menor, Op. 35 con su impresionante tercer movimiento Lento: Marche Fúnebre, tan conocida e interpretada mundialmente.

Es increíble que la calidad del disco aún se pueda apreciar en esta grabación digitalizada por el Zorro Filoso, los surcos de vinilo están casi intactos y no hubo casi necesidad de ajustar los controles de atenuación. Si se usan audífonos, aún se podrían escuchar los mecanismos de los pedales al accionarlos el artista.

Un saludo a todos.



jueves, 15 de enero de 2009

La Audioteca del Zorro Filoso (Fanatismo y Error - Rachmaninoff - Concierto para Piano No. 2)

Enfoquemos nuestra plática de hoy acerca de la música que amablemente mi amiga Sirenna, del Foro de Paco Calderón (http://pacocalderon.net/modules/newbb/), me ha solicitado, el Concierto para Piano No. 2 en do menor, de Sergei Rachmaninoff.

Les decía yo que mi hermana estudió para Maestra Normalista en Mexicali, en la entonces distinguida Escuela Normal Urbana "Fronteriza" y que hoy se encuentra sometida a los mismos problemas del magisterio nacional: algunos de los alumnos son faltistas, irresponsables, poco escrupulosos en su comportamiento y en su aseo. Hay cada historia que me ha contado mi hermana, cuando recibe a los practicantes de la Normal, fumando ellos en los recesos frente a los alumnos, presentando sus reportes de prácticas sucios y pésimamente redactados, con faltas de ortografía y sintaxis, con copy & paste al por mayor.

Qué lástima que los nuevos maestros se estén formando en un ambiente tan poco exigente, donde una mayoría de alumnos solo quieren la plaza para ganar de por vida un escalafón y un retiro poco merecido. De antemano les explico que no aplica para todos, pero sí los malos ejemplos de alumnos abundan.

Pero dejemos mi rabieta magistral para otra ocasión más idónea. Ahora les platicarles la anécdota de cómo adquirí el disco que a Sirenna tanto agrada. La verdad es que todo partió de un fanatismo y de un error. Me explico.

Mencionaba que mi hermana estaba en el DF para estudiar una especialización en la Normal de Especialidades, ubicada al final de Polanco, muy cerca de la embajada de Cuba y del Conservatorio Nacional. Ahí mi hermana estudiaba con sus entrañables amigas, todas también maestras, que querían aprender cuestiones sobre terapia de audición y de lenguaje. Una admirable especialización, ni duda cabe.

Una mañana, un sábado temprano, mi hermana me preguntó que si cuál sería nuestro plan de fin de semana. Recién habíamos rentado el departamentito de la colonia Escandón, en la calle de Progreso #106, y todavía no estábamos bien instalados. Por cuestiones de la escuela de mi hermana, y de mi trabajo, no habíamos avanzado gran cosa. Pero igual, el sábado lucía formidable para planear algo de nuestro gusto.

Así que sin pensarlo dos veces le dije que si íbamos el cine y ella aceptó de inmediato. Nos arreglamos y salimos en mi flamante Caribe L. En el camino compramos el periódico y consultamos la cartelera. Por el rumbo estaban tres cines buenos: el Versalles, el Latino y el Diana.

Así que entramos primero al Versalles en la primera función, de ahí al Latino en la segunda, para finalmente ir al Diana en la tercera función. Por eso les decía que todo partió de un fanatismo. Nadie en su sano juicio podría ir tres veces al cine, el mismo día, en cines y películas diferentes. Pero igual, a lo mejor sí hay algún Forista que haya cometido tal disparate.

De las tres películas solo recuerdo vivamente la primera, en el Versalles, con el título en español de “Pide Al Tiempo Que Vuelva” (Somewhere In Time), con Jane Seymour (Dr. Quinn, Medicine Woman; Battlestar Galactica) y Christopher Reeve (Superman; Monsignor; Deathtrap; Rear Window). Las demás no las recuerdo, honestamente.

Recuerdo esta película por dos cosas: una, por la bellísima Jane Seymour, que bien haría regresar en el tiempo a cualquier mortal enamorado de ella, y dos: la música de Rachmaninoff. Y aquí entra la parte del error.

Y digo error y no confusión, porque mi hermana inopinadamente, a mitad de la película, me dice: “¿Qué música es esa?”, y yo, tratando de conservar el hilo de la película y sacando el dato de la manga, digo una verdad y una mentira: “Es Rachmaninoff, su Concierto para Piano”. Mi hermana calló, dando por cierta mi respuesta.

Teniendo aún la melodía de la película en mi mente, un fin de semana X, fuimos al eterno e histórico Sanborns de Los Azulejos, para comer y pasar el rato en su librería y discoteca. Me acordé de lo que había dicho a mi hermana y anduve “busque y busque” el LP de Rachmaninoff. Lo encontré en una grabación del sello LONDON y nos fuimos al departamentito a descansar.

Llegando abro el sobre, lo coloco en el modular estéreo y…

El error fue una lección para el sabihondo cachorro del Zorro Filoso, donde aprendió su primera lección, que no fue la última, de que más vale decir “no sé, después te lo digo” a decir un dato o información falsa.

Claro que la música que tararea Richard Collier (Reeve) es la Variación XVIII sobre un Tema de Paganini del mismo Rachmaninoff, haciendo que Elise McKenna (Seymour) descubra con el tiempo que su amado aún no nacía y que debía esperarlo en el tiempo para decirle “Come back to me!

Y así, debido a ese fanatismo cinéfilo y a ese error, fue como adquirí el bellísimo Concierto para Piano No. 2 en do menor de Rachmaninoff, del que opino es EL concierto para piano.




Primer Movimiento, Moderato:




Segundo Movimiento, Adagio sostenuto:




Tercer Movimiento, Allegro scherzando:

domingo, 11 de enero de 2009

La Audioteca del Zorro Filoso ("El Cabezón" - Tchaikovsky - Obertura 1812)

Durante nuestros años infantiles, en vacaciones escolares, era inevitable visitar a nuestros abuelos maternos en Hermosillo. Ahí estaban nuestro Papá Nino y Mamá Nina, siempre sonrientes y amorosos para con sus nietos. La pasábamos genial, sobre todo porque íbamos al campo agrícola y al mar.

Mi tío Héctor(+), hermano menor de mi mamá, era un fanático de la pesca submarina, a buceo libre, con snorkel y arpón de liga. Así que lo acompañábamos mi papá, mi hermano, yo y mis primos, a un lugar de la costa de Hermosillo, en el Golfo de California, al que habíamos bautizado cariñosamente como “El Cabezón”, debido a una formación rocosa que había a un lado de la pequeña bahía.


Mi hermano y yo disfrutábamos mucho esos paseos, que duraban tres días con sus noches, acampando a la orilla del mar, alumbrándonos con viejas lámparas de queroseno, durmiendo en catres de tijera de lona, comiendo lo que se sacaba del mar por mi tío y que mi papá cocinaba deliciosamente para todos.

Al lugar se llegaba por interminables senderos de terracería, transitables solo por vehículos robustos tipo pick-up y llevando las vituallas necesarias como agua potable, combustible, verduras, frutas, condimentos, artilugios de pesca y cocina, etc. El viaje lo iniciábamos de madrugada y nos tomaba unas tres horas. Llegábamos a “El Cabezón” a eso de media mañana, para instalarnos lo más pronto posible, y ya para la media tarde todo estaba en su lugar.

Tenía mi careta de buzo y un pequeño snorkel, que mi tío me enseñó a usar y nadaba muy cerca de la orilla. De ahí aprendí a respetar al mar y esperar de él cualquier sorpresa o peligro. En algunas ocasiones me encontraba a alguna anguila entre las rocas, o un pulpo, o un pez horrible con ojos saltones. Me alejaba de ahí en el acto y continuaba mi exploración en lugares más seguros.

Mi tío, en cambio, se aventuraba entre las rocas submarinas, buscando alguna presa interesante para cazarla y llevarla a la superficie. Yo lo observaba flotando con mi careta desde la superficie, y veía como él su sumergía varios metros abajo, aleteando los pies con sus aletas de hule. Veía como en algunos segundos rodeaba alguna formación rocosa, atisbando aquí o allá, y cuando la presa convenía y había aire suficiente en sus pulmones, disparaba el arpón.

Varias veces lo veía venir a la superficie con algún pez novedoso para mí. Desde el inevitable Cochito, hasta un Huachinango del Golfo, o un Lenguado. Otras tantas veces, regresaba a la superficie sin presa para reponer la respiración y repetir las operaciones de caza.

Años después se hizo de un tanque de oxígeno para buceo, pero nunca pudo acostumbrarse a la nueva técnica. Me imagino que prefería la libertad de movimientos del buceo libre y que además representa más peligros como la narcosis de nitrógeno y otros temas de salud.

Alejados de cualquier influencia urbana o de civilización, el paraje aquél representaba algún tipo de riesgo de seguridad, ya que también siempre llevábamos un rifle con su dotación de munición. Con algún pretexto sobre cacería de conejo o liebre, iba mi tío o mi papá con el arma a recorrer los alrededores. En realidad, nunca tuvimos problemas y ya al final del paseo nos permitíamos el lujo de hacer una práctica del tiro al blanco.

Al final del tercer día, ya cansados de tanta naturaleza y exiguos de alimentos que no fueran peces, levantábamos el campamento y de regreso recolectábamos pitahayas de los sahuaros. Usábamos una larga vara de bambú con una punta metálica y una cuchilla, para así ensartar el fruto y cortar en su base. El sabor no era muy de mi agrado, pero igual me los comía. No muchos, porque la conseja era que provocaba estreñimiento por varios días.

Regresábamos a Mexicali por tren, cuando aún había el servicio de pasajeros, y la plática era en relación a las nuevas experiencias del viaje y de las chocanterías de los primos (que nunca faltan).

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He estado rememorando las veces que escuché los discos de mi padre en la recordada consola ZENITH. Estoy casi seguro que la compró a inicios de los 60s, cuando aún vivíamos en la colonia Industrial. Y podría asegurar que la compró en la Imperial Store, en Calexico, la pequeña ciudad vecina a Mexicali, al otro lado. Y tratando de buscar alguna referencia a dicha consola, logré encontrar esta publicidad en la revista National Geographic Magazine de diciembre de 1961.


Aunque no es exactamente el mismo modelo, es similar en cuanto a tamaño, distribución de sus componentes y accesorios. En esa consola se escuchaban los discos de mi padre, además de los discos de cuentos que les compartí anteriormente en el thread.

Debido a esa consola, fui aprendiendo a reconocer los autores, directores y orquestas de la música preferida por mi papá. Muchas de las sinfonías o piezas orquestales que hoy las escucho una y otra vez, las percibí por primera vez en ese aparato estereofónico.

Una de esas piezas inolvidables es la Obertura 1812, de Tchaikovsky. Mi padre debió recibirlo del Columbia Record Club en 1963 o 1964, y desde entonces es una de mis piezas favoritas.

Pienso que hoy en día, teniendo México tantos problemas y enemigos que lo acechan, es importante tener un momento de reflexión acerca de esta composición.

Al igual que hoy en México, la Rusia Zarista de aquél entonces tenía ante sí a un enemigo formidable. Napoleón y sus guerras sometían a países enteros ante la fuerza y la estrategia militar del Gran Corso. El imperio francés poseía la fuerza militar más grande que Europa haya visto hasta entonces. Y las ambiciones del dictador no tenían límite.

El límite lo estableció la campaña rusa, cuyo enfrentamiento más feroz fue la Batalla de Borodino, por mucho uno de los más sangrientos de la historia militar mundial. Muchos sacrificios rusos, en hombres y recursos, fueron necesarios para intentar detener a Napoleón de entrar a Moscú. Pero cuando el ejército francés entró a la ciudad ya se encontraba exhausto y hubo de emprender la retirada.

La derrota final fue en Leipzig, del 16 19 de octubre de 1813. Desterrado, Napoleón regresó para ejercer cierto poder durante los Cien Días, pero fue finalmente derrotado en Waterloo.

¿A qué viene tanta historia? A que pienso que aún nos hace falta mucho camino que recorrer en esta llamada guerra contra el narcotráfico. Que este pedazo de la historia nacional la leerán nuestros nietos en sus libros de texto. Que para entonces, México habrá vencido al enemigo totalmente y que el país será próspero y maduro.

Hoy lo que hace falta es tener altura de miras, y ver por sobre el horizonte la victoria inevitable final de los ciudadanos. Y qué mejor motivación que compartir con ustedes esta obra musical, llena de gloriosas visiones de triunfo.


martes, 6 de enero de 2009

La Audioteca del Zorro Filoso (La Planta de Extrusión - Cal Tjader - Speak Low)


El siguiente relato me vino a la mente por dos razones importantes: una, porque me da pié a recordar mis primeras épocas de ingeniero en una planta industrial y, segunda, porque fue la razón para ver el futuro después de una crisis mayúscula (la del '82) y ver el futuro como un reto y una oportunidad.

No es una anécdota sentimental ni emocional, pero instructiva. Eso sí.

Durante los años en que trabajé en Toluca, en EATON (creo que ya debo correr un poco el velo de tanto misterio), a donde ingresé como Coordinador de Capacitación, hubo tres proyectos importantes para la empresa en los que participé activamente.

El primero de ellos fue la implantación del sistema MAPICS (Manufacturing, Accounting and Production Information Control Systems) de IBM. Dicho sistema debía instalarse en el equipo IBM System 3 y controlar todas las actividades de manufactura, contabilidad y materiales de la planta. Me correspondió traducir (en gran parte), adecuar y desarrollar los cursos de introducción y operación del sistema.

El sistema solo se pudo completar en su parte de Control de Producción y Manufactura, ya que el módulo de Contabilidad jamás pudo liberarse de tremendos [i]bugs[/i], dejando el sistema entero a un mero manejo de número de partes entre procesos. Fue, finalmente, un elefante blanco.

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El segundo proyecto se refirió a la implementación del Sistema de Sueldos y Beneficios, basado en el sistema ofrecido por The Hay Group.

Este proyecto realmente me dio muchas satisfacciones profesionales, ya que inicié como entrevistador para las descripciones de puestos, hasta llegar a hacerme cargo de todo el Sistema en todas las empresas del Grupo EATON en México. El sistema se mantuvo como tal por varios años, según supe después de mi salida.

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Pero en esta ocasión quiero platicar sobre el tercer proyecto, la instalación de una planta de forjado por extrusión en caliente, que se realizó por los años 1983 a 1984. Durante muchos años, EATON manufacturaba (y lo sigue haciendo en esa misma planta) los ejes traseros para los camiones medianos de General Motors y Ford. La demanda de más ejes trajo consigo la necesidad de desarrollar los proveedores locales.

Es probable que este tema ya no tenga sentido hoy en la era de la globalización, sistemas expertos automatizados, Internet, discos duros de 1 Tb en los anaqueles y procesadores post-Pentium. Pero en aquel México de mediados de los 80s, saliendo de la peor crisis financiera “post-revolucionaria” de entonces, la empresa se atrevió a invertir en bienes de capital, utilizando tecnología de punta.

La compañía que vendió la prensa de extrusión fue LASCO Umformtechnik GMBH, que nos equipó con una prensa del tipo que muestro en la imagen.



Los ejes de camiones medianos, del tipo de volteo, llevan ejes traseros robustos donde se ubican los mecanismos de engranes planetarios, característicos de los diferenciales mecánicos. Dicho sistema de engranes permiten que las ruedas de los camiones (y automóviles también) puedan girar a velocidades diferentes, según se dé vuelta a la izquierda o derecha, o que no giren los engranes planetarios cuando se conduce en línea recta.

En caso de interesarles, pueden consultar el funcionamiento del diferencial aquí:
http://auto.howstuffworks.com/differential2.htm

El caso es que la prensa de extrusión se adquirió para fabricar las “puntas” de las “fundas” de los ejes traseros. Cuando vean un camión de volteo por detrás, observen su eje trasero y verán una enorme bola con dos “brazos” saliendo sobre su eje horizontal. Lo que ven es la “funda”, que cubre todos los mecanismos del diferencial y los dos ejes traseros, propiamente dicho.

En los extremos de dichos “brazos”, que en apariencia se conectan directamente a las ruedas del camión, se soldan las “puntas”. Les muestro una imagen de dicha parte del eje, sin maquinar aún, tal como saldría de la prensa de extrusión.


Lo que realizaba dicha prensa era todo el proceso, desde el cortado de las barras de acero hasta la extrusión final de la “punta”.

El proceso de cortado de las barras de acero se llevaba a cabo por una cizalla de sierra continua, que cortaba el metal en frío como si fuera mantequilla. Había un contenedor enorme que iba “volteando” las barras de acero, una a una, sobre un riel que iba haciendo avanzar las barras hacia su corte preciso.

Después de este corte, cada pieza de acero, de unos 10 x 10 x 30 cm, una a una, entraba a una cámara de calentamiento por inducción eléctrica, que elevaba su temperatura al “amarillo vivo”. Esta emisión de luz amarilla servía para medir su temperatura mediante un sensor portátil a distancia: observando a través de una mirilla se veía una retícula que “desaparecía” cuando el color del metal era el correcto. Si se veía la retícula, la temperatura era excesiva o por debajo de la especificación y era rechazada por el operador al accionar un botón.

Lo malo de este proceso de calentamiento, es que las piezas rechazadas por su color no podían ser “recalentadas”, debido a que cambiaba su estructura cristalina interna. Solo servían para revenderse, a bajos precios, y perder dinero en el proceso. Si la pieza era aceptada, seguía por el riel hacia la prensa propiamente dicha. Dicha prensa tenía seis estaciones de trabajo, en una especie de revólver, que realizaba las seis operaciones al mismo tiempo.

La primera estación tomaba, mediante un brazo mecánico operado automáticamente, la pieza incandescente y la colocaba horizontalmente sobre una plancha de acero. La prensa, entonces, bajaba a una velocidad previamente calculada, y reducía el espesor de la barra. Al subir la prensa, otro brazo la tomaba y lo colocaba en la segunda estación. Para este punto, el primer brazo tomaba ya la siguiente barra incandescente y la colocaba en la primera plancha.

La segunda estación repetía el proceso anterior, pero la barra era girada 90 grados, y entonces teníamos una barra con dimensiones laterales reducida, pero su longitud aumentaba durante estos procesos. Nuevamente, un brazo automático la tomaba y la pasaba a la siguiente estación.

La tercera estación repetía, otra vez, la operación pero ahora estaba en posición vertical. La prensa la comprimía entonces hasta lograr una “dona”, que era como la llamábamos, según se puede ver en esta imagen.


Por fin, la “dona” pasaba a la cuarta estación, primer paso de extrusión, donde unos moldes de acero, previamente diseñados, aceitados y enfriados con aceite especial, sometían a la “dona” a su primera formación como “punta”. La pieza se asemejaba mucho al producto final, pero aún no tenía sus dimensiones finales y su tubo interior estaba cerrado por un extremo.

La quinta estación ya realizaba la extrusión final, dándole a la “punta” sus dimensiones finales y hacía que el tubo interior fuera abierto en ambos lados. Al final del proceso se tenía, como desperdicio, una “moneda” de acero que era también vendida como desecho.

La sexta, y última, estación dejaba caer a un contenedor metálico la “punta” ya formada. Algunas piezas eran tomadas con cuidado, porque aún cuando no eran ya incandescentes sí tenían suficiente temperatura como para quemar la carne viva en un descuido, para hacerles algunas pruebas y verificaciones.

El contenedor de “puntas” pasaba a un área para que se enfriaran y pasaba luego a los procesos de torneado interior y exterior, y luego a la planta principal para unirse a la “funda”, la cual pasaba luego a su ensamble final con los mecanismos diferenciales y ejes en su interior.

Me pasaba horas y horas viendo su funcionamiento y entrevistando a los dos técnicos alemanes que fueron a instalarla. Con su medio español y mi medio alemán pudimos elaborar los manuales de operación y mantenimiento básicos, en español. De los dos técnicos solo recuerdo bien a Hans (¿de qué otra forma se puede llamar un alemán?), porque era un verdadero borrachales, amante de una de las muchachas de la planta a la que embarazó y que dejó sola con el bebé de ambos después de terminado el proyecto.

Por esas mismas fechas, mi jefe (Director de Recursos Humanos) renunció para irse a Syntex y dejándome en la orfandad profesional. Pero, en realidad, como dije al principio del posteo, las crisis las toma uno para reaccionar como los toros de lidia, o para abrumarse de problemas inexistentes.

No me dejé apantallar por las politiquerías de mis enemigos laborales, celosos de mis tempranos triunfos y de codearme con la alta dirección en el DF, por lo que al encontrarme con mi nuevo jefe el traspaso a las flamantes y nuevas oficinas de EATON en el DF, en Bosque de Ciruelos, sirvió para que me promoviera a un mejor puesto, administrativo y estratégico, de los Recursos Humanos de todo el Grupo EATON.

Por un lado extrañé mis paseos por la planta y su maquinaria, los trabajadores y los supervisores, sus ruidos y sus olores, su comedor y las salidas a una Toluca transitable y buena onda. Pero por el otro, regresar al DF ya con un puesto gerencial, con poder de decisión y proyectos magníficos al mediano plazo, hizo que viera el futuro con bienestar y olvidara las penurias del '82 y el '83.

Y así debemos enfrentar esta crisis del 2009, con nuevos proyectos, nuevas metas, nuevos bríos.

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Poco se habla ya de Cal Tjader, salvo por un puñado de entusiastas que aún lo recordamos. Fue un auténtico promotor del ritmo latino en el jazz desde 1954 hasta su muerte. Descubridor y padrino musical de Poncho Sánchez, un excelente conguista actual.

De sus múltiples álbums, en 1979 grabó La Onda Va Bien que le hizo ganar el Grammy por el mejor álbum de música latina en 1980. Y en 1982, en plena gira artística en Filipinas, falleció de un ataque al corazón.

Por varios años su música siguió escuchándose en la radio, sobre todo en JazzFM. Escuchaba la estación en mis momentos de descanso e invariablemente escuchaba la música de Cal Tjader, así como Chick Correa, Clare Fischer y otros.

Fue en uno de esos momentos, de arrebato musical, en que me levanté con ganas de comprar un disco de Tjader. Así que me fui al Sanborns de Chapultepec y empecé a recorrer las pastas de los discos LP. La suerte me sonrió al encontrar una copia de La Onda Va Bien, en un prensado mexicano post-mortem de 1983.


Todas sus pistas son excelentes, pero en particular mi preferida es Speak Low.





Solo como una duda personal, les comparto otra de las pistas: Linda Chicana, ¿acaso no suena igual que Una Mañana, de Café Tacvuba? ¿Será este un caso de plagio? Vayan ustedes a saber.





Hay un gracioso comentario, en inglés, al final del texto de la contraportada.

Dice:
When you play this album, open the windows. The world could use some honest music.

Los invito a seguir el consejo.

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Y así, con la música del vibráfono de Tjader, termino con estos recuerdos de ingeniería.