En 1961 ingresé a la educación primaria. Esta fue mi escuela, la Escuela Primaria Urbana Federal “Benito Juárez”. El edificio fue construido en 1926, durante el gobierno del Gral. Abelardo L. Rodríguez, antes de que fuera presidente de México, a un costo de $222,502.11 según asienta el propio General en la Memoria Administrativa del Gobierno del Distrito Norte de la Baja California 1924-1927 (SEP-UABC, 1993, ISBN 968-6260-99-4). En su época fue un magnífico edificio, construido con material pétreo y concreto. En aquellos años las construcciones generalmente eran de madera, recubiertos de estuco.
En el texto de la citada Memoria se menciona que “en los establecimientos docentes de los principales países del mundo ha sido objeto de especial cuidado y atención exclusiva por parte de las autoridades escolares, lo que se refiere a la higiene interior de los edificios, a las condiciones de salubridad, a la ventilación y a la amplitud; al grado de que en Alemania, muy especialmente, no se tolera por ningún concepto un número mayor de alumnos del que la dirección técnica de higiene ha dispuesto que se admita”.
“Consecuentemente con estos principios, continúa la Memoria, he recomendado a la dirección general del ramo y previamente a los constructores de los nuevos edificios escolares, para cuidar que, aparte de esas condiciones, se reúna también la de la modernización de su mobiliario”. (Íbid, pp. 105-106).
Y vaya que se cumplieron con creces esos proyectos.
35 años después, de 1961 a 1966, del primero al sexto año, recorrí diversos sus salones, amplios y enormes, recibiendo las clases de la Profa. Ciria Cota, la Profa. Conchita, la Profa. Esperanza, el Prof. Hermenegildo, y tantos otros que no recuerdo sus nombres pero sí sus rostros y sus formas de ser.
La escuela se edificó entre los campos de algodón, terrenos que se expropiaron para construir el palacio de gobierno (hoy es la Rectoría de la UABC) y la escuela. La construcción constaba de un sótano donde se habilitaron algunos salones, un primer y segundo piso.
En el texto de la citada Memoria se menciona que “en los establecimientos docentes de los principales países del mundo ha sido objeto de especial cuidado y atención exclusiva por parte de las autoridades escolares, lo que se refiere a la higiene interior de los edificios, a las condiciones de salubridad, a la ventilación y a la amplitud; al grado de que en Alemania, muy especialmente, no se tolera por ningún concepto un número mayor de alumnos del que la dirección técnica de higiene ha dispuesto que se admita”.
“Consecuentemente con estos principios, continúa la Memoria, he recomendado a la dirección general del ramo y previamente a los constructores de los nuevos edificios escolares, para cuidar que, aparte de esas condiciones, se reúna también la de la modernización de su mobiliario”. (Íbid, pp. 105-106).
Y vaya que se cumplieron con creces esos proyectos.
35 años después, de 1961 a 1966, del primero al sexto año, recorrí diversos sus salones, amplios y enormes, recibiendo las clases de la Profa. Ciria Cota, la Profa. Conchita, la Profa. Esperanza, el Prof. Hermenegildo, y tantos otros que no recuerdo sus nombres pero sí sus rostros y sus formas de ser.
La escuela se edificó entre los campos de algodón, terrenos que se expropiaron para construir el palacio de gobierno (hoy es la Rectoría de la UABC) y la escuela. La construcción constaba de un sótano donde se habilitaron algunos salones, un primer y segundo piso.
Se entraba por un gran portal de doble hoja, ascendiendo las primeras escaleras y llegando al recibidor del primer piso. Ahí se hallaban las dos puertas laterales que conducían al enorme auditorio, donde se daban las clases de música y canto. Ese auditorio escolar era el más grande de todo Mexicali, donde podíamos caber todo el alumnado. Ahí se encontraba un piano, que era tocado por el maestro de música y nosotros entonábamos el Himno Nacional, alguna canción de Cri-Cri o una tonada popular.
También en ese piso, hacia la izquierda, junto al auditorio, se hallaban las oficinas de la dirección.
Continuando por las escaleras de ascenso, se llegaba al segundo piso del plantel. Ahí se hallaban solamente salones de clases, generalmente los quintos y sextos años. Todos los salones, excepto los del sótano, contaban con enormes ventanales que permitían el paso de aire y luz a raudales.
El piso de esta escuela era de madera, y me acuerdo que nos turnaban cada semana para que cada grado escolar (a partir del tercer año) los limpiáramos y trapeáramos con diesel. ¡Que hermosos pisos! Nuestras pisadas sonaban por toda la escuela, ¡nos sentíamos grandes! Los maestros salían a los pasillos a callarnos… siempre obedecíamos. ¡Que tiempos!
Rodeando al edificio se encontraban los patios de juego, enormes, sin pasto, pero donde se podía jugar a las canicas, al trompo, al balero, al carrito (una especie de béisbol pero con pelota de tenis y jugando a mano limpia), al ‘burro castigado’ y a cuanta travesura se nos pudiera ocurrir.
Fue la tercera escuela que se construyó en Mexicali. La primera fue la “Leona Vicario” (donde terminó su primaria Ernesto Zedillo. No ha sido destruida, sino renovada y ampliada), la segunda fue la “Cuauhtémoc” (actualmente es la Casa de la Cultura del Municipio. Se le intentó también derribar, pero en esa ocasión el Municipio se movió y se la asignaron. La nueva “Cuauhtemoc” se construyó en otra parte de la ciudad).
Mi papá, yo y tres de mis hermanos estudiamos aquí, con la misma maestra de primer año. Se llamaba Ciria Cota (qepd), y a varias generaciones familiares les enseñó las primeras letras. Era una viejecita adorable. Siempre se acordaba de mi papá, nos decía que había sido su mejor alumno… ahora creo que lo mismo les decía a los hijos de los otros papás. Hoy una calle de Mexicali lleva su nombre.
Cincuenta años después, en 1975, mientras me encontraba estudiando en el IPN-ESIME, fue derribada para construir los feos edificios del CAPFCE, aduciendo que el viejo edificio era feo y peligroso. Ningún egresado de este edificio estuvo de acuerdo, hubo protestas, manifestaciones, pero finalmente el gobernador (un no-egresado, originario de Chiapas, Milton Castellanos Everardo) permitió que la Federación la derribara.
Pienso que el progreso no debe detenerse y que las viejas estructuras físicas y morales deben renovarse, pero no dejo de sentir cierta tristeza al no ver ya su altivo edificio, sus grandes patios y ventanales.
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Columbia Records Presents Vladimir Horowitz
En 1962 cursaba yo el segundo año de primaria, y en ese mismo año mi papá recibió del Columbia Records Club este disco de Vladimir Horowitz, interpretando música de Frédéric Chopin, Robert Schumann, Sergei Rachmaninoff y Franz Liszt.
Mi papá siempre atesoró este disco, diciendo que Horowitz era el mejor pianista de esos años. El joven Vladimir destacó desde sus primeros años en su natal Rusia y se relacionó con portentos musicales y artísticos como Aleksandr Glazunov, el mismo Rachmaninoff, y con el director de orquesta Arturo Toscanini, llegando a casarse con su hija Wanda Toscanini.
El disco ganó dos premios Grammy en 1963, uno por la Mejor Actuación Clásica - Solista Instrumental o Dúo (sin orquesta) y el otro por Álbum del Año - Música Clásica.
Las composiciones interpretadas por el maestro Horowitz son:
Sonata No. 2 en Si bemol menor (Chopin)
Étude-Tableau, Op. 33, No. 2 (Rachmaninoff)
Étude-Tableau, Op. 39, No. 5 (Rachmaninoff)
Arabesque, Op. 18 (Schumann)
Rapsodia Húngara No. 19 (Liszt, Transc. de Horowitz)
La pieza que más me llama la atención es la Sonata No. 2 en Si bemol menor, Op. 35 con su impresionante tercer movimiento Lento: Marche Fúnebre, tan conocida e interpretada mundialmente.
Es increíble que la calidad del disco aún se pueda apreciar en esta grabación digitalizada por el Zorro Filoso, los surcos de vinilo están casi intactos y no hubo casi necesidad de ajustar los controles de atenuación. Si se usan audífonos, aún se podrían escuchar los mecanismos de los pedales al accionarlos el artista.
Un saludo a todos.
3 comentarios:
El problema del progreso por el progreso es que muchos confunden lo antiguo con lo obsoleto. Una pena que se perdiera esa obra arquitectónica pues por lo que platicas debía ser imponente. Yo que estudie en una primaria pequeñita imagino lo feliz que puede ser un niño al salir a recreo a un patio enorme :D
Cierto lo que dices.
La escuela la destruyeron porque querían hacer negocio para construir, y no para remodelar lo ya hecho por otros hombres y mujeres. La desaparecieron porque no había autoridades que hayan estudiado en esa escuela, porque no tenían ninguna memoria. Nunca pisaron sus pisos de madera.
Mi madre cuenta que cuando llegaron en el '54 a Mexicali, le asombraron las escuelas públicas de aquí. Ella estudió en Culiacán y Hermosillo, y sus escuelas eran viejas casonas adaptadas para dar clases. Hay una diferencia en ello y no es pequeña.
Gracias por visitarme en la Guarida. Espero contar con más visitas tuyas.
Saludos.
¡Saludos cordiales y felicitaciones por su blog! Por su información tan interesante y sus recuerdos del Mexicali de ayer. ¿También por su música, y un sincero agradecimiento por compartirla! Me gustaría pedirle su autorización para compartir con mis alumnos de la Secundaria Félix de Jesús Rougier sus textos sobre nuestra ciudad, pues pretendo trabajar con ellos un proyecto de cuento y teatro histórico, y de poemas a Mexicali. Le agradezco su atención y quedo a sus órdenes.
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